Las
enseñanzas que nos dio el Tibetano en los 24 libros que escribió con Alice
Bailey estaban pensadas para “preceder y condicionar la nueva era” y para
“alcanzar su plenitud” a finales de este siglo. Por lo tanto, el momento actual
en el que vivimos y servimos es el momento para el que estaban realmente
pensadas estas enseñanzas jerárquicas. Y si las enseñanzas del Tibetano van, de
hecho, a “condicionar la nueva era”, ¿cómo podrían hacerlo si no es mediante su
manifestación en las vidas de los discípulos a través de la experimentación y
la práctica?
Nunca nos ha
parecido que bastase con limitarse a llenar la cabeza con las enseñanzas si, de
alguna forma, no producen la total transformación de la vida de uno mismo. Si
no nos impulsan a un entendimiento más hondo de las crisis mundiales o de las
causas de los problemas de la humanidad; si no están conduciéndonos a una mayor
inclusividad en nuestras actitudes y relaciones, y a un servicio más práctico y
efectivo en nuestro entorno específico, entonces puede que no hayamos dejado
que las enseñanzas penetrasen en nuestra consciencia y fuesen absorbidas por
ella como deberían haberlo sido.
Cuando se
habla de las crisis en la vida del discípulo, se dice que si uno no está
atravesando una crisis, ¡debería crearla! Las crisis requieren el empleo de
todos los recursos del alma y por eso se nos dice que las crisis “deben ser
exigidas por la personalidad”. Esto me recuerda la advertencia de Foster Bailey
de que uno no debería contentarse con “un poco de discipulado, a conveniencia”.
Puede que el atractivo de semejante enfoque resida en que muchos de los que
empiezan un camino espiritual lo hacen porque desean encontrar paz y
tranquilidad. Y, ciertamente, son atributos que deberíamos intentar incorporar
a la naturaleza emocional. Pero la tranquilidad de la verdadera serenidad es
una cualidad del alma, y el único lugar de verdadera paz es Shamballa. Para los
discípulos que viven y se esfuerzan en un mundo que atraviesa una crisis tan
profunda como la presenciada por este siglo, y en esta era de transición entre
dos épocas, no puede haber descanso, ni retiro del dilema humano, sin evadir la
responsabilidad del discipulado. Estos son tiempos de implicarse activamente en
los eventos mundiales, esforzándose por interpretar y comprender las energías
subjetivas y las fuerzas que actúan tras la escena mundial. De este modo, el
grupo esotérico puede servir como intérprete para una humanidad confusa
anclando en el plano mental los principios y valores espirituales emergentes
que deben guiar el desarrollo del Plan durante este período del destino de la
humanidad.
Hablando de
la Humanidad entera como si fuese un discípulo que se aproxima a la primera
iniciación, ¿a qué crisis se enfrenta? Hay muchas, pero puede que, en una era
de creciente interrelación entre todos los aspectos de nuestra vida planetaria,
la humanidad se enfrente, esencialmente, a una crisis de egoísmo. Tanto si se
habla de individuos como de naciones, la noción del grupo y del bien de la
totalidad pide a gritos su reconocimiento, y queda casi eclipsada por las
exigencias de la naturaleza inferior separatista. Para que nuestro planeta
sobreviva, la mente humana debe captar esta noción.
En la reunión
pública de ayer, hablé de preservar la identidad en la unidad. En realidad es
en una etapa muy avanzada del desarrollo espiritual cuando se es capaz de
captar lo que el Tibetano llama “los dos extremos de la expresión divina: la
noción de identidad individual y el sentido de universalidad... En la etapa del ser que denominamos
monádica, no se reconoce diferencia alguna entre los dos porque...se entiende
que no hay identidad aparte de la universalidad y no hay apreciación de lo
universal aparte de la comprensión individual” (Los Rayos y las Iniciaciones,
p. 106 de la versión inglesa). Con el crecimiento de la globalización, este reconocimiento es algo que el grupo
esotérico debe desarrollar ahora más que nunca. El significado del tejido
sintético de la vida es algo a lo que todos los esotéricos pueden contribuir en
su meditación –no sólo mediante la práctica de técnicas establecidas de
meditación, sino a través de la oración y del pensamiento reflexivo con
respecto al mundo y a los problemas de la humanidad. El esotérico, interesado
por las energías y las fuerzas, puede trabajar con energía en el plano mental.
Esa es su mayor contribución al Plan.
Como escribió
el Tibetano, el discípulo, “debido a que es un ser humano activo y también
parte del gran panorama de la vida, puede interpretar para el ashram lo que ve
respecto al difundido mal, lo que observa referente a los esfuerzos de la
humanidad hacia el bien y la ‘voz reveladora’ de las masas inexpresivas. En
este aspecto del trabajo jerárquico, su valor reside en que no es un
Maestro, está lógicamente en contacto más estrecho con la vida diaria de los
seres humanos comunes, y en que el campo de sus actividades son las
personalidades, mientras que los Maestros y los iniciados avanzados trabajan
con las almas”. (DNE II, 341)
De este modo
todo ser humano tiene un papel que desempeñar y un valor intrínseco: un valor
que está presente de forma exclusiva en
cada individuo, pero que se comparte entre todos y para todos. Esta
forma de ver al individuo es distinta a considerarle como una personalidad
única, especial o diferente de los demás, lo que conduce bien a la superioridad
o a la inferioridad y, por tanto, al aislamiento –bien de un individuo o de un
grupo. El sentido inherente de valía espiritual es la base de la integridad
espiritual, y es lo que hace posible y exitoso el trabajo grupal. Sin ello sólo
hay codicia, competividad y ambición. Esto es lo que se encuentra tras los
problemas con que frecuentemente tropiezan los grupos espirituales. El sentido
de integridad espiritual, cuando está presente en la consciencia individual, es
la base para la inclusividad y la integración; para una sana y necesaria
diversidad en la actividad grupal.
El sentido de
integridad espiritual invoca también un reconocimiento de la responsabilidad de
cada uno en cuanto a su propio desarrollo espiritual. Esto ha sido un principio
esencial de la Escuela Arcana a lo largo de sus 75 años de existencia: la
comprensión de que el esotérico es un autodidacta. El antahkarana –el puente de
la consciencia— se construye con la sustancia de la vida y la experiencia
propias. Una escuela o un instructor pueden ofrecer técnicas y directrices y
–en el caso de la Escuela Arcana— un medio sumamente útil y estimulante para
participar en el trabajo y preparación grupales, pero, finalmente, el individuo
debe coger en sus manos su propio desarrollo espiritual.
El Tibetano
nos ha dejado unos instrumentos excepcionales. ¿Qué estamos haciendo con ellos?
Cuando el Tibetano estaba concluyendo su trabajo con Alice Bailey, señaló seis
puntos en la Exteriorización de la Jerarquía (p. 641 de la versión inglesa)
diciendo que le gustaría que fuesen emprendidos por el grupo esotérico:
1.
Preparar a los hombres para
la reaparición del Cristo. Este es su primer y mayor deber. La parte más
importante de este trabajo es enseñar a los hombres –a gran escala— a emplear
la Invocación de manera que se convierta en una plegaria mundial y enfoque la
demanda invocativa de la humanidad.
2.
Ampliar el trabajo de
Triángulos de manera que, subjetiva y etéricamente, la luz y la buena voluntad
puedan envolver la tierra.
3.
Promover incesantemente el
trabajo de Buena Voluntad Mundial, de modo que cada nación pueda tener su grupo
de hombres y mujeres dedicados al establecimiento de las correctas relaciones
humanas. Tienen ustedes el núcleo, y deben emprender su expansión. Tienen el
principio de buena voluntad presente en todo el mundo; la tarea será sin duda
pesada, pero está lejos de ser imposible.
4.
Emprender la constante
distribución de los libros, que contienen gran parte de la enseñanza para la
nueva era. En última instancia, los libros son sus herramientas de trabajo y
los instrumentos mediante los cuales prepararán a sus colaboradores. Procuren
que se mantengan en una circulación constante.
5.
Intenten hacer del Festival
de Wesak un festival universal y conocido por ser de valor a todos los hombres
de todas las creencias. Es el festival en el que dos Líderes divinos, del Este
y del Oeste, colaboran juntos y trabajan en la más estrecha unión espiritual;
el Cristo y el Buda emplean este festival cada año como punto de inspiración
para el siguiente año de trabajo. Hagan ustedes lo mismo. Las energías
espirituales se encuentran disponibles entonces de una forma única.
6. Descubran a los miembros del nuevo grupo de
servidores del mundo, siempre que sea posible, y fortalezcan sus manos.
Búsquenles en cada nación, sabiendo que expresarán diversas líneas de
pensamiento y puntos de vista. Recuerden siempre que pueden diferir ampliamente
de ustedes en doctrinas y dogmas, y en técnicas y métodos, pero en amor a sus
semejantes, en buena voluntad práctica y en devoción al establecimiento de las
correctas relaciones humanas, están a su lado. Son iguales que Uds. y
probablemente puedan enseñarles mucho...
¿Podemos
utilizar estos puntos ahora para iniciar nuestro debate grupal? Para mí, esta
es una oportunidad de aprender más acerca de lo que ustedes están haciendo, y
para nosotros como grupo es una oportunidad para considerar las maneras en las
que podemos ser de mayor servicio a la humanidad en este momento crucial de la
historia humana.
Sarah McKechnie